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El síndrome de piernas inquietas es un trastorno de origen neurológico, que afecta la salud y a la calidad de vida de quién lo padece, debido a la irresistible necesidad de levantarse o mover las piernas para mitigar las molestias que produce, de ahí su nombre.

Los síntomas más definitorios son unas sensaciones molestas y desagradables en el interior de las extremidades, principalmente las piernas. Estos síntomas se manifiestan durante estado de reposo o inactividad siendo especialmente molestos al final de la tarde o durante la noche y también en situaciones cotidianas sociales o de ocio, generalmente al sentarse.

 

En la mayor parte de los casos también se producen movimientos incontrolados y periódicos, como sacudidas de intervalos de 20 a 30 segundos durante el sueño, lo que produce interrupciones continúas del mismo.

 

La causa del síndrome de piernas inquietas se cree que se debe a un trastorno en el sistema dopaminérgico. La dopamina es una sustancia inherente al sistema nervioso, encargada de la regulación del movimiento, esta sustancia depende intrínsecamente de los niveles de hierro y el déficit de los depósitos niveles de ferritina para su correcto funcionamiento.

 

La evolución del síndrome de piernas inquietas es progresiva, lentamente a lo largo del tiempo, haciéndose más intensa y convirtiéndose en crónica, normalmente comienza afectando únicamente en las extremidades inferiores, pero a medida que se torna más severo termina extendiéndose también a las extremidades superiores.

 

Generalmente ocasiona trastornos físicos, psicológicos y sociales tales como insomnio, cambios en el estado de ánimo o limitaciones en la realización de actividades sociales normales entre otros muchos. Para un diagnóstico fiable hay que analizar la sangre, analizando principalmente los niveles de hierro y ferritina, hacer una prueba de polisomnografía nocturna o realizar una electromiografía, dependiendo de las características y clínica del paciente.

 

El tratamiento del síndrome de piernas inquietas se basa en medidas tales como: horarios regulares de sueño, evitar consumo de excitantes, evitar fármacos bloqueadores de la dopamina, antihistamínicos, suplementos vitamínicos y fundamentalmente corregir el déficit de hierro. Por otra parte, se pueden indicar agonistas dopaminérgicos, sedantes, analgésicos/opioides, antiepilépticos.

 

Cuando el SPI es secundario a déficit de los depósitos de hierro debemos suplementar mediante varios métodos, tal sea la administración intravenosa de hierro (en casos graves) o mediante administración exógena del mismo. Si bien en la población general los niveles de ferritina son normales por encima de 10-12mcg/L, en pacientes con SPI se considera óptimo mantener estos niveles por encima de 50-70 mcg/L.

 

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Por ello se considera una opción válida para suplir las carencias de ferritina y por tanto para el tratamiento del Síndrome de Piernas Inquietas por déficit de ferritina en situaciones leves y moderadas.

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